martes, 28 de julio de 2009

¿Quienes son los POKEMONES?


Los pokemones son la mayor tribu urbana existe en nuestro país hasta la fecha, y se caracterizan por ser grupos de jóvenes muy mediáticos, que tuvieron su aparición en Chile aproximadamente a fines del 2006 y principios el 2007, lo que causo gran revuelo por sus estrafalarios atuendos, recordemos que estos jóvenes se caracterizan por generar una moda a través de sus manera de vestir y peinarse, por ejemplo gustan utilizar poleras con estrellas, lunares, o con personajes tales como “Hello Kitty”, “Betty Boop” (solo en el caso de las mujeres), entre otros personajes de anime japonés, utilizan Jean llamados “pitillos” que son pantalones ajustados desde las caderas hasta los tobillos, polerones con capucha, zapatillas de lona con caña media o alta, de preferencia de marcas tales como Converse o Vans con cordones de colores llamativos, y en el caso de los hombres utilizan también zapatillas muy anchas, al mas puro estilo Skaters, entre otras cosas.


Otro aspecto característicos de estos jóvenes son sus llamativos look en el que se distinguen claramente sus coloridas cabelleras, de tonos azules, verdes, rosadas, moradas, con mechas multicolores, etc., además de sus cortes de cabellos, con mechas largas y cortas intercaladas (como machetazos), el pelo se lleva muy liso, generalmente alisado con planchas de pelo indistintamente entre hombres y mujeres, además de sus chasquillas que caen hacia un solo lado tapándoles la frente y en algunos casos un ojo también.


Esta tribu urbana no se llamo desde un principio de esta manera, sino que sufrieron una metamorfosis, en una primera instancia se autodenominaron Hardcoritos (o en su propio vocabulario: HxC) que eran una mezcla entre los Góticos (vampiros) por su vestimenta oscura o generalmente negra, y Emos (Emo: emotivos por la música melancólica que escuchan) por la música que escuchan, y así siguieron su transformación en lo que es su look, vestimenta, e incluso la musica con la que se identifican, la cual paso del hardcore melancolico hacia la música de animé conocida como J-Pop, para luego ser reemplazada poco a poco por el actual fenómeno conocido como Reggaeton, música del caribe que tiene influencias tanto del Hip-Hop, Reggae, y ritmos latinos como lo son la salsa y bachata.


Cabe señalar que los jóvenes de esta generación, en particular los pokemones y floggers, esta muy ligados a los aspectos tecnológicos de la vida, en especial con el Internet, es por ello que nacieron programas tales como los Fotolog´s, Facebook, Blog’s, etc. de los cuales estos jóvenes han sabido sacar provecho acaparando la atención de los medios de nuestro país, es así como comenzaron su participación en programas de televisión, como los matinales, e incluso ganándose un lugar protagónico en el “Diario de Eva” y “Yingo”, el cual dura hasta hoy.


jueves, 9 de julio de 2009

UNIVERSIDAD DE CHILE
SEDE OSORNO


EL FENÓMENO SUBCULTURAL

Andrés Recasens Salvo
Antropólogo Social
Edición Sede Osorno
Universidad de Chile
1980





Capítulo II. El Fenómeno Subcultural


En términos generales, se entiende a la subcultura, como un segmento de la cultura global, que posee algunas características culturales que le son propias y que la hacen distinguible y particularizable del resto de la cultura. Esta segmentación de la cultura global, está referida principalmente a factores de carácter étnico, laboral, geográfico, religioso, económico, etc. La utilización del término subcultura y su aplicación en la investigación, ha tenido diferentes caminos. C. Arensberg, lo utilizó en sus ensayos antropológicos sobre los Estados Unidos contemporáneo, para referirse a cierto número de tipos comunitarios. E. Vogt, lo usó para establecer subculturas religiosas y regionales: mormones y texanos. Ch. Wagley y M. Harris, en la clasificación de nueve tipos principales de subculturas, aplicados a la heterogeneidad cultural de América Latina, usando criterios étnicos, ecológicos, comunitarios y de clase. Para J. Steward, en la sociedad global se distinguen por sus características peculiares, los grupos subculturales por filiación étnica, ocupación, religión, raza, estatus u otros. Subraya este autor, la importancia que tiene el establecer en “qué medida los efectos de cualesquiera estructuras particulares, como las correspondientes al empleo, la religión, la filiación política o las asociaciones, guardan cierta coherencia interna” (Cfr. Valentine, Ch. 1972:116–121).


Se entiende que la subcultura es el resultado de la cristalización de una variante cultural en un grupo determinado de la sociedad: pero, por otra parte, se postula que cualquier diferenciación que importe el fenómeno subcultural, no puede significar un apartamiento total de los patrones culturales del contexto social en el cual está inmersa y al cual pertenece. Esto último, como una manera de sostener alguna forma de identificación cultural de las partes constitutivas de la cultura dentro del sistema social. Esta identificación se mantiene, según M. Yinger, porque la cultura total de una sociedad puede tolerar otros valores dentro de su seno y que suscriben segmentos subculturales, siempre que no causen conflictos de desintegración que perturben la cohesión normativa de sus miembros. Y la propia subcultura, también tolera otros valores fuera de su sistema, siempre que no socaven la adhesión a los suyos propios, y que la caracterizan como tal. Cuando la subcultura surge como una derivación del sistema cultural, la relación sería no conflictiva, pues los lazos no se rompen y la variante es sólo una ramificación de la cultura global. Pero en el caso en que la subcultura surja como una reacción negativa al sistema cultural, la relación es antagónica y conflictiva. La diferencia expuesta, la distingue Yinger utilizando dos conceptos: para el primer caso, habla de subcultura; y para el segundo caso, de contracultura (Cfr. Wolgang, M.E. y Ferracutti, F. 1971:118–122).


Desde el punto de vista de los valores, E. Shils plantea el hecho de que el sistema central de valores que caracteriza a una sociedad, no constituye la totalidad del orden de valores y creencias profesados y observados en ella. Porque en toda sociedad diversificada, los sistemas de valores se distribuyen a la manera de un espectro, dentro del cual las variaciones del sistema central oscilan desde una hiperafirmación de algunos de sus componentes, hasta el otro polo, en que existe una recusación extrema de ciertos elementos capitales, acompañada con la afirmación de otros elementos que son rechazados o subordinados dentro del sistema central de valores. Con respecto a la idea anterior, Wolfgang y Ferracutti señalan que la subcultura se diferencia sólo parcialmente de la cultura “generatriz”, empleado este término para designar a la cultura más amplia, de la cual se han desgajado elementos subculturales diferenciándose del sistema de valores. Esta “cultura global” estaría dispuesta a adoptar a la subcultura que voluntariamente se encadena a su “generatriz” por virtud de ciertos valores compartidos, cuantitativa y cualitativamente suficientes, como para vincular a la “generatriz” y al “vástago” (op. cit.: 114–122). Aquí se encuentran reunidas las ideas de E. Shils y de M. Yinger citadas anteriormente.


Con respecto a lo dicho hasta ahora, habría que hacer algunas consideraciones que estimamos de sumo necesarias. Nos parece, primeramente, que la relación entre subcultura no podría ser postulada en términos generales como voluntaria, ya que esta disposición de la cultura para adoptar al “vástago”, no se hace cargo de la totalidad de las variantes subculturales, algunas de las cuales podrían tener el carácter de contraculturas, como han señalado M. Yinger. Por otra parte, estimamos que no se ha señalado claramente la especificidad de la cultura global como entidad diferencial de la subcultura. Cabría hacerse la pregunta: ¿subcultura de qué? El prefijo que se antepone al término “cultura”, denota que se trata de una parte extraída de una totalidad. Habría entonces, un grupo social que por poseer características culturales que no poseería el resto de su sociedad, sería considerado como un segmento subcultural, aún cuando poseyera muchas de las características de la cultura total. Ahora bien, si lográramos separar un grupo de esta manera, aplicando ya sea criterios étnicos, laborales, geográficos, religiosos, etc., tendría que entenderse, según las ideas de “subcultura” y “cultura global”, o de “vástago” y “generatriz”, que lo que nos resta es la “cultura”. Pero no es esa la realidad del fenómeno, por lo menos en lo que atañe a las sociedades actuales. Lo que nos resta, es un mosaico subcultural que se diferencia igualmente al interior por razones de diversa índole, como valores, normas, creencias o conocimientos, derivados de los mismos criterios que utilizáramos para desgajar el primer segmento. Por consiguiente, no se trataría de una relación entre una subcultura y una cultura global. La primera podría ser delimitable, pero la otra no, por lo menos no como “resto homogéneo”, ya que al apretarlo se desgranaría en una variedad de subculturas.


El problema que se nos presenta es con relación a qué sería lo que la da unidad a este mosaico subcultural, asegurando la integración necesaria para su supervivencia como sociedad. Existiría dentro de la diversidad subcultural, un núcleo que ligaría a las subculturas, pero del cual ninguna d ellas es su absoluta representante. Son los factores “universales” de que habla R. Linton y que lo aplica a los contenidos existentes en una cultura determinada, representados por el idioma común, el sentido de pertenencia a un mismo territorio, formas aceptadas de vestir, habitar y comportarse en las diferentes situaciones de interacción social. Este núcleo cultural o universales, es lo que hace posible que los miembros de la sociedad, distribuidos en diferentes subculturas, convivan dentro de sus límites con un mínimo de confusión y conflicto. Linton advierte sobre el particular, que en las sociedades actuales, altamente diversificadas culturalmente, este núcleo central estaría reduciéndose paulatinamente, y que nos “estaríamos acercando rápidamente al punto en que no habría suficientes aspectos sobre los que estén de acuerdo todos los miembros de la sociedad para dar forma y contenido a su cultura” (1970:268-280). Sobre la advertencia que hace Linton, pensamos que en las sociedades contemporáneas altamente diversificadas, cuando no es posible sustentar la integración de la sociedad por la unidad de la cultura, debemos recurrir para su explicación a los otros sistemas que podrían asumir el papel unificador, como serían los sistemas jurídicos, políticos o económicos. Esto último es más bien lo que explica el ejemplo de A. Kroeber cuando dice que “...dentro de una sociedad, cada clase exhibe una frase más o menos distintiva, una subcultura de la cultura total que porta la sociedad... Se admitirá que en tales culturas, los barrenderos y los banqueros siguen en su vida rumbos distintos que les son propios, y que sus contribuciones son diversas, pero se piensa que su coherencia dentro del cuerpo político de la cultura y la sociedad es mayor que su disgregación” (Cfr. Valentine Ch. op. cit:116).


Cuando nos referimos al hecho de que las diversas culturas de una sociedad estarían unidas a través de un núcleo cultural o universal según Linton, debe entenderse que no son las subculturas las que efectúan la ligazón, sino que son los miembros de ellas los actores del fenómeno. En las sociedades urbanas, existe una multitud de roles que se conjugan, trabando a cada hombre con demandas de diversa índole y variados compromisos, con lo que se crea una malla que abarca tanto a los estratos de la sociedad como a las subculturas de ella. Uno de los atributos de la urbe, según A. Southall, es la gran densidad espacial de las interacciones sociales, “la que ha sido vastamente aumentada a través de las comunicaciones tecnológicas. La gente interacciona socialmente no sólo con buses y aviones, sino también a través de escribir cartas, telefonear, escuchar radio, ver televisión. Esto es lo que genera una gran densidad de interacción social en la vida urbana de hoy en día, lo que todavía tiene que ser considerado en términos espaciales, pero no en los términos espaciales de los límites físicos de las ciudades, ya fuera de moda. Gran parte de estas numerosas interacciones sociales pueden ser muy superficiales y efímeras, que viene a ser el aspecto esencial de la vida urbana; pero no son el total de las interacciones que se dan, como han hecho suponer algunos autores. Otro aspecto igualmente importante de la alta densidad de interacciones y de la tecnología de comunicaciones, es que también permite y facilita la emergencia y mantención de relaciones personales profundas...” (1973:5-7).


El hombre urbano es requerido al cumplimiento de una serie de roles que abarcan tanto actividades relacionadas con el parentesco, como con lo laboral, económico, asociativo, político, recreativo, religioso, etc. En cada una de ellas enlaza interacciones sociales con mayor o menor intensidad, según sea el rango de significación que le otorguen sus intereses. No todas ellas se realizan dentro de un mismo estrato socioeconómico. Las relaciones que implican algunas de ellas pueden concretarse por medio de personas o grupos pertenecientes a distintos estratos. Tal sería el caso de las relaciones que se establecen, por ejemplo, dentro de una subcultura religiosa o política. Muchas de estas interacciones subculturales pueden ser desde el punto de vista de las subculturas implicadas, y lo son generalmente, desconocidas entre ellas; la alta densidad socio–física de la ciudad lo permite y, a veces, para el actor social puede ser conveniente que así sea.

Es pues, del mayor interés para los estudios antropológicos en lo urbano, poder investigar lo que acontece realmente dentro del fenómeno subcultural. Gran parte de los autores que hemos visto, enfatizan la necesidad de mayores datos, que sólo pueden ser proporcionados a través de nuevas y más numerosas investigaciones empíricas. Y que éstas, deben ser realizadas, en lo posible, mediante equipos interdisciplinarios. Hay algunos problemas que estimamos conveniente resolver a través de la investigación, y que nos parece tienen prioridad. La mayoría de las definiciones de subculturas cubren una multiplicidad de unidades con características muy diferentes entre sí. Por otra parte, los intentos de definiciones más restringidas, no ayudan a resolver el problema. M. Gordon, en su búsqueda por lograr una mayor especificidad del fenómeno subcultural, propone reservar el término subcultura para los “patrones culturales de una subsociedad, con miembros de ambos sexos, de todas las edades, con grupos familiares, y que se equipara al conglomerado mayor de la sociedad, al suministrar toda una red de grupos e instituciones que se extienda a lo largo de la vida del individuo”. Y con respecto a la existencia de patrones culturales en grupos de menor número y de latitud más restringida que en el caso de la definición de subcultura propuesta, los denomina “grupos culturales” (Cfr. Wolfgang, M.E. y Ferracutti, F. op.cit:117). Los atributos que plantea Gordon en su definición para subcultura, dejan dentro solamente a algunas comunidades rurales, a algunas poblaciones indígenas existentes dentro de una nación y, con alguna dificultad, a algunas colectividades étnicas resultantes de migraciones. La salvedad que hace el autor con respecto a los grupos de menor número y latitud, y que denomina “grupos culturales”, no se hace cargo de las agrupaciones de gran número de individuos que deja fuera de la primera definición, como serían, entre otros, las asociaciones políticas, religiosas y laborales, a veces de alcance internacional, y por cuyas características merecen ser consideradas dentro del fenómeno subcultural. De todos modos, nos parece válido el concepto de “grupos culturales”, para significar aquellas diferenciaciones que puedan darse al interior de las subculturas, como grupos de edad o sexo, pero que mantienen con ésta una identidad mediante los particularismos que la distinguen del contexto mayor.

Por causa de su complejidad, la más de las veces la estructura social es difícil de descomponer en subestructuras que tengan algún sentido operacional, a menos de ser extremadamente cuidadosos tanto en los criterios de delimitación, como en los “cortes” que se efectúen en la estructura de la cual se extraen. La idea de que las estructuras como los sistemas son entidades arbitrarias que responden a los objetivos del investigador, otorga a la delimitación una permisividad peligrosa. Las subestructuras pueden quedar lo bastante mutiladas como para que sea sólo una ficción o una petición de principios la singularidad buscada; pues, a veces, lo que se amputa puede ser tan representativo como lo que se deja dentro. El físico Albert Wilson hace una advertencia que es aplicable a lo anterior. Dice que, a menos que la cuchilla siga las “interfaces naturales” cortando un mínimo de conexiones al aislar entre sí los distintos subcomponentes, lo más fácil es que la descomposición a que le llegue sea engañosa, carente de interés y embarullada. Llama “interfaces naturales” a aquellas disminuciones abruptas del número o robustez de los enlaces que las cruzan, o por la existencia de alguna forma de clausura o cierre. Entre las formas de cierre más comunes, presenta la de tipo topológico, que es la inclusión de un entorno espacial que coincide con la extensión de un objeto físico, o la limite, dentro de una o más superficies cerradas, lo que fundamentalmente es distinguido mediante la percepción visual (1973:73-74). En la investigación antropológica, cuando se delimita una comunidad para ser estudiada, suele aplicarse este criterio topológico. Sin embargo, puede llevar a error, a menos que tengan en cuenta todas aquellas interconexiones que la comunidad mantiene con otras agrupaciones de niveles mayor, similar o menor, que pueden estar definiendo algunos aspectos sociales o culturales que, en general, se estiman como fenómeno de la estructura, independientemente de sus relaciones.


Estrechamente ligada a la preocupación anterior, está la planteada por los antropólogos D. Kaplán y R. Manners, cuando manifiestan que en la investigación antropológica de décadas pasadas, el investigador raramente distinguía entre su unidad de análisis y los límites físicos y sociales reales de ella. Al escoger una unidad aplicando criterios lingüísticos, geográficos o culturales, que fuesen de alguna manera manjebles desde el método de la observación, la identificaba como la “cultura x”, procediendo arbitrariamente a su estudio y análisis como si constituyese un sistema por sí misma. Refiriéndose en forma crítica al trabajo de Malinowski en las Islas Trobriand, expresan que su análisis de la cultura de los trobriandeses es el resultado, en gran medida, de su estudio intensivo de una determinada aldea del distrito de Kiriwina, que era la residencia del jefe soberano (1975:58–59).


Con referencia a las posibles delimitaciones de unidades sociales dentro del contexto urbano, L. Moore propone la utilización de “módulos sociales operativos”. Para el autor, el “módulo” es un segmento social que incluye a personas que residen en un área limitada, lo que facilita la interacción social de sus miembros, las actividades comunes y la creación de sentimientos de cohesión y arraigo (1966:21-50). Esto hace referencia, más bien, al concepto de comunidad. Creemos que el manejo del concepto de “módulo” para referirse a una unidad social factible de separar del contexto general urbano, también debe ser cuidadoso de los criterios de delimitación usados, a fin de que correspondan realmente a las interfaces latentes y manifiestas que permitirían realizar la segmentación. A este respecto las recomendaciones de A. Wilson también son pertinentes. Dice con respecto a la estructura o sistema “módulo”, que debe cumplirse con algunas exigencias para su delimitación. Propone que el tamaño, la complejidad y los límites de un “módulo” están determinadas por: 1) totalmente por las propiedades de sus subestructuras; 2) por lo que lo rodee, 3) por una combinación de su contenido y su entorno; y 4) tanto el módulo como el contexto a que pertenece deben tener algún tipo de unidad que les sea común” (op.cit:137).


En una investigación realizada en la ciudad de Santiago, nos planteábamos con respecto a lo anterior, la necesidad de que nuestros estudios de pequeños módulos no fueran de carácter anecdótico, sino que se conectara su estudio con el contexto urbano mayor, a fin de establecer la influencia recíproca de la urbe y nuestras unidades de estudio. Para ello, nos proponíamos analizar una serie de aspectos de la ciudad, abordando sectores, módulos o comunidades, para no perder de vista la estrecha interdependencia de los diferentes segmentos constitutivos del sistema urbano (Recasens S. Andrés et.al:1977:6).


Sin embargo, la delimitación del fenómeno subcultural, no presenta las características aplicables al “módulo”, pues este tiene necesariamente una connotación física, por sobre los contenidos que lo identifican. Las subculturas, según el criterio de delimitación que se aplique, pueden trascender el ámbito de un módulo físico–social urbano y, a veces, los límites de la ciudad misma. Por consiguiente, pensamos que la caracterización de fenómeno subcultural requiere además, de otros aspectos que los ya vistos. La clasificación de éste, para que sea operativa su investigación, debería comprender las siguientes categorías, con sus rasgos distintivos:


1. Con respecto a la subcultura:

(a) Criterios de la delimitación: étnico, ecológico, económico, religioso, político, comunitario, laboral, asociativo, etc.

(b) Número de los miembros y extensión

(c) Estratos sociales comprometidos

(d) Tipos de relaciones entre los miembros de los diferentes estratos comprometidos


2. Con respecto a los particularismos subculturales:

(a) Tipo de rasgos o complejos culturales propios de la subcultura

(b) Efecto y alcance de los particularismos con relación a los modos de la vida

(c) Grado y tipo de organización e institucionalización de los particularismos


3. Con respecto a los miembros de la subcultura:

(a) Intereses y actividades implicadas en la pertenencia

(b) Grado de cohesión y sentido de pertenencia; lealtad

(c) Extensión de las interacciones sociales que se producen

(d) Tipo de interacciones sociales, según la jerarquización, especialización y diferenciación de los miembros


4. Con respecto al contexto mayor:

(a) Grado y tipo de reconocimiento por parte del contexto mayor

(b) Tipo de relaciones con otras subculturas, ya sean de colaboración, intercambio, compromiso, dominación, subordinación, conflicto o antagonismo.


En un documento de trabajo presentando al Seminario “enfoques ecológicos de la educación”, organizado por el Consejo de Rectores de las Universidades del país, manifestábamos la necesidad de que la educación formal, cuyos programas tienen contenidos que son generales para todo el país, asumiera los fenómenos de heterogeneidad ecológica y cultural existentes en él. Proponíamos para estos efectos que la educación debería programarse dentro de un enriquecedor proceso de intercambio sociedad–subculturales; y que las características de este intercambio entre otras, deberían ser las siguientes:


1) Reforzar los procesos de socialización subcultural, en lo que dice relación con sus mecanismos integradores hacia sus modos de vida y hacia su medioambiente.

2) Incrementar el conocimiento subcultural con respecto a los recursos del medio, formas de explotación, conservación y renovación según cuales fueron éstos, como asimismo las tecnologías adecuadas para cada caso, principalmente en aquellas subculturas delimitadas mediante criterios ecológicos–culturales.

3) Ampliar el ámbito del mundo subcultural, hacia el conocimiento de las diversas subculturas que conforman la sociedad, como también los avances generados en los centros urbanos, en lo que concierne a la ciencia, las humanidades y el arte.

4) Integrar a las subculturas a los contenidos culturales que son patrimonio de toda la sociedad, a fin de fortalecer el núcleo cultural que da unidad a la diversidad subcultural.


Estas recomendaciones, fueron adoptadas dentro de los acuerdos tomados por el plenario de comisiones, en el cual participaron docentes e investigadores de todas las Universidades del país (1979:79-115).


lunes, 6 de julio de 2009

PANDILLAS JUVENILES


Las características del comportamiento de miembros de pandillas son variadas y pueden incluir desde una impropia actitud general, hasta trastornos mayores de personalidad. Sin embargo, no podemos cercar a todos los miembros de pandillas en una sola categoría de comportamiento.


Los componentes de pandillas crean su propio "territorio," sea en el colegio, comunidad, sector, etc., y normalmente su comportamiento es abiertamente hostil. Fuera de este territorio, pueden parecer amigables y amistosos, sin embargo al sentir violado su "código ", y sentido de justicia propia, puede ocasionar una repentina falta de cooperación, y lo que es peor generar un estado de violencia.


A menudo, los pandilleros, son embusteros y manipulan fácilmente su ambiente a su conveniencia. Las apariencias pueden engañarnos, los inciviles tienen dificultades para controlar emociones y sentimientos, se muestran constantemente enojados y a la defensiva y presentan un fuerte resentimiento hacia la autoridad.


Los más violentos pueden ser insensibles, no tener metas de largo plazo, aburrirse fácilmente, no sentir remordimientos, y no controlar sus impulsos. Para muchas pandillas criminales modernas el objetivo primario es el PROVECHO MATERIAL, para ello emplean la extrema violencia, el uso de drogas, y todo tipo de acciones criminales que justifiquen su fin.


Estudios al respecto, nos indican que las pandillas violentas no se asustan fácilmente y no se intimidan ante la autoridad. En cada fase de un acto criminal, sienten excitación, tienen poco interés en actuar responsablemente, y no admiten sus culpas. Se consideran personas básicamente decentes y justificados en todo lo que hacen. Con frecuencia cada miembro de una pandillas quiere tener su control, para lo cual demuestra sus habilidades de liderazgo mediante acciones audaces y violentas.



¿PORQUE LA JUVENTUD SE ASOCIA A PANDILLAS?


Estas no excluyen grupos sociales, étnicos, económicos, de edad y ubicación geográfica. Las edades fluctúan entre los 13 y 21 años. Entrevistas con miembros de pandillas indican que ellos mismos no entienden porqué se agrupan, esgrimiendo razones fraternales, protectoras, sociales, etc.


BUSQUEDA DE IDENTIDAD


Las agrupaciones pandilleras, normalmente no logran identificarse con su ambiente, por ello lo buscan a través de la cultura de pandilla, estableciendo una guerra contra el mundo exterior a fin de proteger su entorno.



ADUCEN SU INCORPORACION A:

  • Protección: En comunidades donde existen varias pandillas, el unirse a una de ellas, parece ofrecer una considerable protección contra la violencia y ataque proveniente de las rivales.
  • Compañerismo: Estudios indican que algunos miembros de estas, no tienen estructuras familiares férreas ni definidas, identidades todas que buscan en las actividades que les ofrece la pandilla, en cuanto a continuidad, amistad y cooperación.
  • Intimidación: Amenazas, palizas violentas, y peligrosos ritos de admisión son usados a menudo para forzar a la gente a unírseles.
  • Amor propio: Estudiantes y/o jóvenes sin actividad, que poseen una baja auto estima, intentan aumentar esta, a través del reconocimiento y los elogios que les brinda el grupo, no importa el cometido, el que siempre obedece a acciones delictuales sean estas criminales o menores. Estas manifestaciones, que no han recibido en su hogar ni en la escuela, les acrecienta su egocentrismo, les disminuye el temor al peligro y los hace sentirse héroes, sin advertir que su accionar los convierte en delincuentes.
  • Otras razones: Entre ellas, razones personales, excitación de grupo, necesidad de ser aceptados por otros jóvenes, presión de sus compañeros, beneficio financiero, tradición familiar, etc.



sábado, 4 de julio de 2009

Campaña Pitéate un Pokemon



Bueno aquí tenemos otro caso de los movimientos Anti-Pokemones que han surgido en nuestro pais desde que comenzaron a aparecer este fenómeno de las "Tribus Urbanas"...




CHILE'S DISAFFECTED 'POKEMONES' DON'T CARE MUCH ABOUT POLITICS. THEY'RE TOO BUSY HAVING SEX.


By Ashley Steinberg

From Newsweek

Mar 18, 2008



The teens call their public orgies ponceo. On a typical Friday afternoon in the Chilean capital of Santiago, hundreds gather in a leafy urban park for a few hours of sexual experimentation. Surrounded by passing strollers, they trade partners multiple times— mostly engaging in anonymous rounds of oral sex. When the party is over, no contact information is exchanged. Same-gender interactions are commonplace, as the lines between hetero- and homosexuality are blurred, partly by the alcohol and drugs consumed, but also by shifting social mores held by Chilean youth, in contrast to their conservative parents. "Ponceo is about having fun," says Natalia Fernandez, a 15-year-old with pink hair and a pierced chin. "This time I had seven partners."


Fernandez, like many others in the park, is wearing an anime T-shirt. Drawing inspiration from Japanese anime culture, the teens refer to themselves as "Pokemones." Their behavior, though, doesn't quite resemble that of the cartoon characters that once obsessed young TV watchers around the world. "It's shameless," says Gina Mazzini Aliste, a middleaged woman in the park that day. "They act like ponceo is a competitive sport." Not surprisingly, the Pokemones have become the subject of a national debate in the media, as the conservative Catholic society grapples with this new affront to its traditional values.


In a country where abortion is banned and divorce was legalized only a few years ago, and where the specter of Augusto Pinochet's authoritarian regime still hovers over political discourse, the Pokemones are at once radical and inevitable. Radical because they are shocking Chilean society to its core. Inevitable because they are darlings of a booming neoliberal economy, which has provided them with all the material accoutrements necessary to be Pokemones. Yet along with sexual rebellion, these teens are also defined by their consumerism, a characteristic that neatly conforms to Chile's free-market ideals.


Indeed, the Pokemones are outfitted with the latest clothing and technological gadgets. Their look is androgynous and exaggerated: clad in low-slung, tight-fitting jeans, both boys and girls wear multiple piercings, dyed and waxed hair, and thick black eyeliner. They have their own Web sites, even their own slang, but what does it really mean to be a Pokemon?


Curiously, the teenagers do not seem to hold any particular convictions about their identity in a political or sexual sense. Instead, their movement is mostly about image. "It's basically a fashion thing," says Raul Barra, a tall 19-year-old with piercings down the sides of his nose. "A Pokemon has a certain style and does ponceo."


Despite the group's controversial implications for identity and sexuality in the 21st century, there is virtually no discussion of a common cause at gatherings or on their Web sites and blogs. The Pokemones do not have a political creed, preferring apathy to engagement. Yet their existence as a movement is fundamentally political because of the contrast it marks vis-à-vis the dictatorship, under which freedoms were violently suppressed. "I guess we don't really think about politics or anything," says Valentina Espinosa, a petite 16-year-old whose teased platinum hair adds about six inches to her tiny stature. "We're not for anything, but we're not against anything, either—well, except our parents getting mad at us for being Pokemones."


Sociologists have labeled the Pokemones an "urban tribe," a term they have also applied to hippies, punks, and goths. But unlike those that came before it, this is the first "urban tribe" here born in the Internet age. As such, communication technology is key—Pokemones have hundreds of contacts on instant-messaging programs, and they regularly upload videos and photos to sites like YouTube and Fotolog.


But despite the expanded capacity for communication, theirs may be the first

movement in which debate about its goals is noticeably absent.

The hippies and their successors stood firmly in opposition to the status quo, but there is only one dimension of the Pokemones that seems to advance an agenda, if unintentionally.


The movement has changed the rules that govern the way teenage girls interact with their male counterparts. Girls count up their partners just as boys do, and the bisexual activity, along with the Pokemon aesthetic, suggests that gender roles are not clearly defined. "I'm just having fun. I'm only 16, and I won't get hurt through ponceo because I don't go hoping to find a boyfriend," says Isidora Fernandez, who insisted on being called Frambuesa (Spanish for raspberry).


Still, though the scene may appear egalitarian, community psychologist Juan Bastian, advocacy director at the Chilean Family Planning Association, suggests that it does not represent any significant progress for women. Women here have made considerable advances; more are in the workforce than ever before, having children later in life as access to contraceptives improves. But, Bastian says, "the question still remains whether this is just a different form of the same inequality as before," this time with boys taking advantage of girls in a situation where a premium is placed on looking cool.


Bastian also worries that the teens' newfound sexual liberation has not been

accompanied by an increase in information about sexual responsibility and health.


Surveys reveal that while many of the teens say they refrain from actualintercourse to avoid pregnancy, they know very little about the spread of sexually transmitted diseases. "Sex education in Chile is limited and stigmatized," says Bastian.


"These adolescents are rejecting the conservatism of their parents but are also endangering their health."


Strangely, their parents' conservatism may be what holds the movement together. The Pokemones, having inherited the economy bestowed by Pinochet's free-market reforms, are part of a burgeoning middle class with imprudent spending habits. The introduction of the credit card into the economy has translated into staggering personal debt for many Chileans, but the quest continues to own the newest televisions, computers, and cars.


Pokemones take their cue from their parents. "'To be' is now interchangeable with 'to have,'so teens measure their self-worth according to how much they've got—in this case, how many partners they can rack up or how many friends they have on MSN," says Bastian.


"Sexuality becomes another iteration of the same model their parents follow:

identity expressed through quantity."


The group's consumerist tendencies have not been lost on the retail goods industry, which ferociously markets its products to the Pokemon demographic. Commercials for hair straighteners, MP3 players and cell phones run during talk shows that feature Pokemones complaining about their overprotective parents or catty best friends. "This week I bought two T-shirts and a webcam," says Pablo Gutierrez, 18. Sticking out his tongue to reveal a piercing, he adds, "And a new tongue ring. I was sick of my old one."


In fact, one of the Pokemones' main meeting spots is outside the television studio where their favorite program, "Diario de Eva," is filmed. The channel is owned by right-wing presidential candidate Sebastian Piñera, a billionaire businessman who, incidentally, made much of his fortune by helping bring credit cards to Chile. The irony is lost on the Pokemones, however, as they gather on the lawn near the studio's entrance.


They truly are rebels without a cause, but unlike melancholy James Dean in the cushy post-WWII boom, the Pokemones seem all too content to lounge about in their glossy cocoons.


Back at the park Frambuesa huddles with a group of friends and pulls out a new digital camera from her anime-decorated purse. "Let's take a picture!" she squeals.


Immediately makeup and mirrors materialize, lips are reglossed, eyes are relined, hair is reteased. After a long delay she finally asks, "Everyone ready?" The group leans into pose, and Victor Nuyoa, a 14-year-old who is new to the Pokemon scene, makes a peace sign. An older teen pushes down Nuyoa's hand and laughs, teasing, "What are you, a hippie?" For this group, it's only gadgets and ponceo that make the statements that matter.